Digital Dekálogo
El filme está muerto. Está muerto en tanto la economía está muerta, cuando la creatividad y el gusto público están muertos, cuando la imaginación de las compañías cinematográficas multinacionales está muerta. Con millones de pesos para producir una película, no va a haber días felices para el cineasta genuino, el artista verdadero que quiere hacer películas, no exhibiciones sin cerebro de tetas y armas de fuego.
Pero la tecnología nos ha liberado. La película digital, con sus cualidades de movilidad, flexibilidad, intimidad y accesibilidad, es el medio apto para un país tercermundista como Filipinas. Irónicamente, la revolución digital ha reducido el énfasis en la tecnología y ha reafirmado la centralidad del realizador, la importancia de la condición humana sobre la papilla visual (visual junk food).
El cine ha muerto.
Por favor, omitir las flores.
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