Daniel Villamediana, publicaba este artículo en Letras de Cine, tiempo antes de rodar el Brau Blau. Sin duda, aquí está contenido el negativo sobre el que Daniel rodaría la película que veremos el domingo. Pinchad en el título si quereis leerlo completo, aquí solo adjuntamos un fragmento:
Fragmento de El quietismo estético de Robert Bresson y José Tomás
Por Daniel Vázquez Villamediana
"Sólo el alma que aprende a desencarnarse puede desvelar el enigma del quietismo estético" RAMÓN DEL VALLE INCLÁN
(...) El torero, frente a frente con el toro, plantea la estética de la inmovilidad, del temple, que surge "cuando logra ajustar el ritmo de la muleta, cuando lleva las telas a centímetros del morro del animal, su toreo es de una lentitud y una armonía de asombro; se pierde la idea del tiempo y se entra en la sensación de eternidad" . La misma eternidad que fluye por cada uno de los planos del cine de Bresson, que alarga el tiempo de una acción fragmentándola en planos detalle, ralentizándola (el ejemplo paradigmático lo vemos en "Pickpocket") para mostrar la intemporalidad del instante.
En ese arte, como muy bien dice Boadella, José Tomás, director del ruedo, de la puesta en escena, es el único representante actual que sigue los dictados de la inmovilidad, del quietismo. Su actitud es la espera. No va tras el toro, tras las imágenes, porque sabe controlarlas. Él aguarda, no exhibe inútilmente. Tiene un planteamiento depurado, ascético. Da pasos con precisión, absorbiendo las acometidas del toro, que es el mundo desbocado de las imágenes, el caos en el que tantos cineastas se pierden. José Tomás, al igual que Robert Bresson, es preciso, limpio, contundente, porque no sobra nada, nada falta. La imagen debe hablar por sí sola, por muy fugaz que sea.
José Tomás es un modelo bressoniano. No gesticula, no teatraliza. Apenas habla porque nada tiene que contar, nada que expresar que no sea a través de sus medidos movimientos, en un aparente mecanicismo que supera la propia técnica, al limitarla a su esencia, a su mínima expresión, igual que los actores dirigidos por Bresson, rígidos, inmóviles, pero transmisores de emociones perturbadoras, capaces, igual que José Tomás en la plaza, de mostrar una violencia estética (recordemos el final de "L'argent") transmisora de una serie de sentimientos apocalípticos. Con ese asesinato acaba el mundo. La imagen ha sido sacrificada irracionalmente, igual que el toro. Y ése es el final de "L'argent", el aniquilamiento de la imagen para aflore un nuevo y desconocido territorio estético, el de la muerte del propio Bresson y del cinematógrafo, disperso en forma de sangre por las paredes de la casa donde se ha llevado a cabo la ceremonia salvaje." (...)
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